miércoles, 25 de julio de 2012

Simón, cara o sello.

Bolívar ya tiene rostro y a mí se me parece al de siempre, al de todos los días. De hecho es igualito a Pascual él de la ferretería. También se me parece a Julián él que trae el agua tempranito, y al vigilante que saluda a todos y cree que nadie es sospechoso, y a Manuel el conserje que barre las hojas y las horas apenas el sol se prende. Ese Bolívar que vi hoy con la nitidez del papel fotográfico, no está ni contento, ni bravo; más bien como dudando. Como viendo más allá de su tiempo lo que hoy es el mundo que conocemos. No me sorprendió que fuera así, como cualquier hijo de panadero o empanadera, aunque la historia y los aduladores les llame más la atención esos laureles de oro en su cuello. A mí el Simón que vi hoy, pero que nació hace tiempo, se me pareció a Petra la del quiosko e’ casabe en Barlovento, y tiene un aire a mi abuela Berta, y a la enfermera Juana que sobrevive al Algodonal sin algodón, ni ungüento. Al Bolívar de hoy, le vi en los ojos que quería gritar y no oír más ya tanto cuento. Que quería llorar y a la vez desenvainar el sable y cortarle la cabeza al dragón de la ignorancia de todo este pueblo que vive en Chimborazo eterno. Ese Simón se me hizo familiar. Se me parece al portugués, al italiano, al árabe y al negro, que le echan pichón a la brega diaria, mientras el catire decide si es golf o ver los juegos olímpicos en Bretaña. Y es que el circo no importó tanto hoy, sino lo profundo de esa mirada. Igualita a la del muchacho que no entiende porque tiene uniforme y va para el colegio, si todavía es de noche. Igual a la del taxista que sigue en carrera aunque ayer le mataran al compadre cuando se paró a subir, no a un pasajero, sino a la dama negra en su último viaje. El Bolívar de hoy tenía la expresión del que ya no cree en nada, ni en el mañana, ni en el ayer. Sólo en el presente. Estaba sereno como un monje que nunca ha pisado la morgue de Bello Monte. Tal vez si se acercara allá, más de un negro primero le diría: "Mi General vengo a decirle que estoy muerto!" Dime si no se te parece también a Marcelino el zapatero? o a Jacobo el autobusero? y a Carmen la que hace tortas? o a María Lourdes la abogada? También se parece al que se sienta en Miraflores, pero también al soldado que lo cuida. Se parece a todos y a todo en este país. Impavido. Lapidante. Expectante. Hoy renace un Bolívar que me es tan familiar y distante a la vez, como el que acuñan en la moneda de este país tan rico, habitado aún por tanto pobre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo tambien conozco a todos esos a los que la nueva imagen de Bolivar no relata, no no es nueva si no tan familiar tan de todos los dias, tan venezuela misma!!, esta Venezuela que la vivo dia a dia!
mi admiración pa usted Mr. skull